5 días de aventura en moto por los países del Este
Hemos estado soñando durante tres años, planificando durante uno y en la carretera los últimos 5 días.
Una vez levantadas las tiendas en el salón de Tudor, mercadeado con las pieles de oveja y «decoradas» nuestras viejas motos con nuevos adhesivos de la marca, logramos reunirnos todos y preparar los bultos para partir a la gran aventura.
Antes de salir, en Munteni-Buzau
Nos dirigimos hacia nuestra querida Moldavia, a la ciudad de Radauti, a través de una carretera recta que permitía meditar sobre todas las cosas que nos podíamos haber olvidado y que urgentemente deberíamos comprar en la primera estación de servicio que nos encontrásemos.
Por la noche, montamos el campamento base en el jardín de delante de la casa de Gabi y Sorina, en la localidad de Satu Mare (Moldavia). Habíamos dedicado tiempo a prepararnos para ir poco menos que a la jungla, por el frío y la lluvia, y en cambio nos recibieron un día soleado y una tradicional comida caliente en el porche delantero. Así que empezamos la ruta en plan relax. Incluso habíamos enviado a casa con nuestros amigos Alina y Cristi, que venían con nosotros, un jersey grueso y protectores para la rodilla.
Con Gabi y Sorina en Satu Mare, Suceava
Después un día relajado, de esos en los que dejas todas las bolsas y te quedas en mangas de camisa, comenzamos a rodar en calma y cruzamos la frontera. Ucrania nos permitió ver realizados una serie de sueños que duraron hasta llegar a la primera estación de servicio, donde pedimos en rumano, cambiamos moneda rumana y escondimos todos los objetos de valor (no, en zonas íntimas no). Circulamos sin detenernos. Nos sorprendió lo bonita que puede llegar a ser Ucrania, por sus bosques, sus carreteras con curvas y sus vacas. A Radu le llamó mucho la atención el papel higiénico con la cara de Putin.
MiGs por todas partes
Al final del día nos desviamos por un camino lateral y Sasha apareció de la nada invitándonos, en un rápido ucraniano, a acampar en su jardín. Denisa le indica que somos 2 platos grandes y 1 pequeño. El hombre sonríe y nos hace sitio entre los cultivos y los árboles frutales. Incluso nos dio algunas patatas. No supimos cómo cocinarlas en nuestro Campingaz así que decidimos hervirlas.
En casa de guarda de Sasha
Después, llegó Serghei con algunas cervezas de entrante y entonces Tudor sacó la tradicional «palinca» (bebida fuerte rumana), escondida bajo su silla de montar. Alex llevó todas sus cosas a la tienda ya que nos esperaba una larga noche por delante. Todas las historias que habíamos leído durante tanto tiempo se hicieron realidad. Comenzamos a hablar en una especie de mezcla de idiomas ucraniano-rumano-palinca. Radu era el mejor amigo de todos ya que no bebía ni gota. Uno a uno, nuestros héroes se fueron yendo a dormir. Una sola voz en perfecto rumano podía escucharse durante la noche, la de Tudor: «Ven Sasha, deja que te enseñe dónde vivo». Sasha no entendía nada.
Al día siguiente, nos llevó bastante tiempo prepararnos. Alex se convenció de no volver a beber pero en apenas un par de días, ya en Kiev, abrió una botella de «tuica» (otra bebida fuerte rumana).
Saliendo del casa de Sasha
Llegamos a Kiev, encontramos un hotel barato, una cafetería y cogimos un servicio de Uber bastante caro hasta el centro de la ciudad. Y es que en qué otro lugar puede encontrar uno un precio así si no es en las afueras… No se puede tener todo. Aún hace buen tiempo. El malo está por venir.
A las 6 de la mañana alguien golpea la puerta. El vigilante nocturno nos dijo algo sobre la moto y pensamos: «¡Maldita sea, si estaba todo OK!» Tras una larga explicación, de la que extrajimos que el hombre estaba preocupado por una piel de oveja que faltaba de una de las motos, pudimos comprobar que Codrut dormía con ella cerca de la cama por lo que todo quedó en nada.
Como un grupo de hip-hop
Los chicos se divierten. En un tanque.
Obtenido el visado de Uzbekistán, estamos listos para marchar a Moscú. Codrut confiaba en hacer 1.000 km diarios pero Radu le bajó las pretensiones diciendo que su asiento acabaría pegado a su trasero. Volvimos a empaquetar todo otra vez. Ya no cabía nada.
La aventura todavía no había empezado y ya habíamos tenido la primera resaca y sufrido la primera caída de la moto.»